Chiste sucio: El dueño decidió gastarle una broma grosera al ciego, ¡pero al final se arrepintió!

Érase una vez un ciego que decidió visitar un restaurante.

Al entrar, el amable dueño le saludó y le preguntó: “¿Desea ver el menú, señor?”.

El ciego rió entre dientes y respondió: “Oh, no será necesario. Sólo tráigame algunos de sus sucios tenedores y usaré mis superpoderes olfativos para elegir mi comida”.

Divertido y curioso, el dueño fue a la cocina a buscar unos tenedores.

Volvió y se los dio al ciego, que aspiró profundamente.

Tras un momento de contemplación, hizo su pedido con confianza: “Tomaré el sabroso cordero con patatas sazonadas y deliciosas verduras de primavera, por favor”.

El dueño no podía creer lo que veían sus ojos o, en este caso, su nariz.

El ciego disfrutó de su comida y se marchó del restaurante.

Curiosamente, dos semanas después, el ciego volvió para otra visita.

Esta vez, el dueño tenía un travieso plan para poner a prueba el olfato del ciego.

Rápidamente se coló en la cocina, donde su mujer Kate estaba cocinando, y le susurró: “Kate, hazme el favor de frotar un poco este tenedor contra tu parte íntima”.

Divertida, Kate le siguió el juego e hizo lo que le pedía.

El dueño volvió entonces hacia el ciego y le entregó el tenedor, conteniendo la risa.

El ciego lo olió y exclamó,

“¡Oh, qué intrigante! No sabía que Kate trabajara aquí”.

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