Dos caballeros con problemas verticales entran en un bar y captan la atención de dos, digamos, “románticas profesionales”.
Cada pareja se dirige a sus respectivos tocadores.
Sin embargo, en un cruel giro del destino, el primer enano se encuentra con que su “porra del amor” se niega a ponerse en posición de firmes.
Para colmo de males, desde la habitación de al lado oye a su amiguito gritar sin cesar: “¡Prepárate! ¡Aquí viene el expreso enano! Uno, dos, tres…”.
Esta “canción de su pueblo” continúa sin cesar y resuena en la tranquila noche… Una y otra vez.
Mientras la luz del día escenifica su habitual toma hostil de la noche, el enano número dos se vuelve hacia el primero y le dice: “Bueno colega, ¿qué tal tu viaje nocturno por el valle del amor?”.
El primer enano refunfuña: “¡Oh, tío! No tienes ni idea. No pude flamear mi mástil, ni siquiera un tic. Fue mortificante”.
Al oír esto, el enano dos gruñe y sacude la cabeza.
“¿Te parece vergonzoso? Ni siquiera pude subirme a la cama”.