Un hombre se acerca a un viejo vaquero cerca del corral y le dice,
“¿Ves ese caballo de allí? Te apuesto 50 dólares a que lo hago reír”.
El viejo vaquero le dice: “Ni de coña, compañero. Mi caballo es tan agrio como un limón podrido. Acepto tu apuesta”.
Entonces, el hombre se acerca al caballo y le susurra al oído.
El caballo suelta una risita y se echa a reír de forma incontrolada.
El vaquero se queda atónito e incrédulo.
El hombre vuelve a dirigirse al vaquero y le dice: “¿Doble o nada para hacerlo llorar?”.
El viejo vaquero se siente aliviado por la posibilidad de recuperar su dinero.
Dice: “Mi caballo es tan duro como un elefante. Nunca lo harás llorar. Acepto tu apuesta”.
El hombre se acerca al caballo de espaldas al vaquero.
Al cabo de unos instantes, el caballo emite un sollozo audible, salta la valla y sale al galope.
El vaquero se queda boquiabierto.
El viejo vaquero le paga al hombre su dinero.
Le dice: “Antes de que te vayas, compañero. Tengo que saber qué demonios le has hecho a mi caballo”.
El hombre responde: “Bueno, para hacerle reír, le dije que mi polla era más grande que la suya”.
“Puedo entender que eso lo haga reír”, dijo el viejo vaquero,…
“¿Pero qué hiciste para que llorara?”
El hombre se subió la bragueta, y dijo,…
“Lo probé”.