Después de una reunión, la mujer salía de un hotel y buscaba las llaves de su coche.
No estaban en sus bolsillos.
Una rápida búsqueda en la sala de reuniones, tampoco estaba allí.
De repente, se dio cuenta de que debía haberlas dejado en el coche.
Su marido le ha gritado muchas veces por dejar las llaves del coche en el contacto.
Su teoría es que el encendido es el mejor lugar para no perderlas.
Su teoría es que el coche será robado si se deja en la ranura de la llave de contacto.
Inmediatamente, corrió al aparcamiento y llegó a una conclusión aterradora. Su teoría era correcta.
El aparcamiento estaba vacío.
Llamó inmediatamente a la policía.
Les dio su ubicación, la descripción del coche y dónde había aparcado, etc.
Igualmente confesó que se había dejado las llaves en el coche y que éste había sido robado.
Luego hizo la llamada más difícil de todas, a su marido;
“Me he dejado las llaves en el coche y me lo han robado”.
Hubo un gran silencio.
Ella pensó que la llamada se había cortado, pero entonces oyó su voz.
“¡Idiota!”, gritó, “¡te dejé en el hotel!”.
Ahora era su momento de callar.
Avergonzada, y también feliz, dijo,
“Bueno, entonces ven a buscarme”.
Él volvió a gritar: “Lo haré, en cuanto convenza a este policía de que no he robado tu coche”.