Con un guiño y una sonrisa encantadora, un cura elegante y una monja lánguidamente atractiva se encuentran sin refugio en medio de una noche sensual, besada por la ventisca. Su único refugio, una cabaña acogedora y desierta, envía una promesa íntima a través del aire helado.
Un seductor saco de dormir y una cómoda cama envuelta en mantas son el mobiliario del momento. Nuestro galante caballero de costumbres, desmayado por el deber de la caballerosidad, ofrece a la divina dama de fe, la cama de felpa, mientras que él abraza voluntariamente la menor comodidad del saco de dormir.
A medida que transcurre la noche, la delicada voz de la monja atraviesa el silencio de la cabaña: “¡Padre, siento un escalofrío de frío!”. Con un corazón empático, nuestro sacerdote despliega otra manta, envolviéndola juguetonamente como un capullo de calor. “Esto te quitará el frío, ¿verdad?”, pregunta con un brillo juguetón en los ojos.
“¡Oh, Padre!”, le responde ella, “Es realmente delicioso, gracias”, y su voz se hace eco de una nota apreciativa.
De vuelta en su solitario saco de dormir, está a punto de cruzar la línea entre la conciencia y los sueños, cuando la voz de ella vuelve a perforar el silencio: “¡Padre! El frío me sigue mordisqueando”. Una vez más, él responde, esta vez envolviéndola cariñosamente, asegurándose de que cada rincón esté bien recogido.
“¡Oh, sí, Padre!”, confirma ella, “Ahora mi frío se está descongelando poco a poco”.
Sus sueños son interrumpidos de nuevo, la tercera vez por la delicada pero firme voz de ella: “¡Padre, tengo mucho frío!”. Se produce una pausa contemplativa, mientras él medita sobre la situación. Finalmente, propone con una risita seductora: “Mi querida hermana, estamos en una tierra desolada, en una coqueta tormenta de nieve. Sólo tú, yo y la divinidad estamos al tanto de los asuntos de esta noche. ¿Qué te parece si, sólo por esta noche, fingimos que estamos envueltos en la dicha conyugal?”.
Piensa, entremezclando su curiosidad y su mordaz frialdad. Finalmente, con una sonrisa aceptablemente tímida, añade: “Oh, Padre, sólo por esta noche, nos disfrazaremos de pareja casada”.
Con una carcajada que resuena por todo el camarote, él replica: “Pues bien, querida ‘esposa’, trae tu propia manta, seductora tentadora”.