Después de darse un beso de buenas noches en la puerta de casa, el chico empieza a sentirse un poco cachondo.
Con aire de confianza, se apoya con la mano en la pared y, sonriendo, le dice a ella
“Cariño, ¿me harías una mamada?”.
Horrorizada, ella responde: “¿Estás loca? Mis padres nos verán”.
“¡Oh, vamos! ¿Quién nos va a ver a estas horas?”
“¡¿Pero te imaginas si nos pillan?!”
“¡Oh, vamos! No hay nadie por aquí, están todos durmiendo!”
“De ninguna manera
Es demasiado arriesgado!”
“¡Oh, por favor, por favor, te quiero tanto!?”
“No, no, y no
Yo también te quiero, pero no puedo”
“Oh, sí que puedes
¿Por favor?”
“No, no
Simplemente no puedo!”
“Te lo ruego…”
De repente, la luz del pasillo se enciende, y la hermana de la niña aparece en pijama, con el pelo revuelto, y con voz somnolienta dice:
“Papá dice que debes seguir adelante y hacerle una mamada, o mamá puede hacerlo
O si es necesario, papá dice que puede bajar él mismo y hacerlo.
Pero por el amor de Dios, dile que quite la mano del interfono”.