Fred llegó a casa de la Universidad llorando.
“Mamá, ¿soy adoptado?”
“No, claro que no”, respondió su madre. ¿Por qué iba a pensar algo así?
Fred le mostró los resultados de su prueba genealógica de ADN. No había coincidencias con ninguno de sus parientes y sí con una familia que vivía al otro lado de la ciudad.
Perturbada, su madre llamó a su marido.
“Cariño, Fred se ha hecho una prueba de ADN y no sé cómo decirlo, pero puede que no sea nuestro hijo”.
“¡Pues claro que sí!”, respondió él.
“¿Qué quieres decir?”
“En primer lugar, fue idea tuya”, continuó su marido.
“Te acuerdas de aquella primera noche en el hospital, cuando el bebé no hacía más que gritar y llorar, y gritar y llorar. Una y otra vez. ¿Y me pediste que lo cambiara?”
“Creo que elegí uno bueno. Siempre tan orgulloso de Fred”.