En busca de soluciones para sus problemas de alcoba, una pareja acude a un terapeuta sexual.
El terapeuta sugiere que un flujo continuo de aire fresco en el dormitorio podría ayudar.
Inspirado por la idea, el marido pregunta a su fiel mejor amigo si podría ayudarles abanicándoles suavemente con una toalla durante sus momentos íntimos.
Con cierta reticencia inicial, el amigo acepta echar una mano, o mejor dicho, una toalla.
A medida que pasa el tiempo, a la esposa le sigue costando alcanzar la satisfacción a pesar de los esfuerzos.
El marido acusa a su amigo de no agitar correctamente la toalla y le exige que se haga cargo de la tarea.
Un par de minutos después de cambiar los papeles, la mujer experimenta una oleada de placer y alcanza un clímax intenso.
Extasiado con el resultado, el marido se vuelve hacia su amigo y le dice con orgullo,
“¿Ves?, ¡así es como se menea una toalla!”.