Érase una vez un hombre llamado Jack con un don para la fermentación, cuya esposa, una dama estirada llamada Diane, le amenazó con un ultimátum,
“¡Si vuelves a casa borracho una vez más, haré las maletas más rápido de lo que tardas en decir Jack Daniels!”.
Esa noche, sintiéndose invencible en compañía de sus compañeros de trabajo, Jack tiró la cautela al viento y se emborrachó como una cuba, celebrando su Oktoberfest particular.
Su fiesta de trabajo terminó con un lamentable “enfrentamiento de vómitos”, que le llevó a fotografiar su propia creación de moda “recubierta de vómito”.
Pidió consejo a su astuto compinche, que le dijo: “¡No temas, capitán Tipsy! Aquí tienes un plan infalible… Métete estos veinte dólares en el bolsillo y dile a Diane que un borracho cualquiera conmemoró su enfermedad convirtiendo tu chaqueta en una obra maestra del arte moderno y te ofreció dinero a cambio de la colada”.
Pensando que era una estrategia brillante, volvió a casa dando tumbos, preparando su oscarizada actuación.
A su llegada, los agudos ojos de Diane descubrieron la chaqueta Art Déco, levantando una tormenta.
Jack, mostrando una agilidad sorprendente para su estado, desveló rápidamente su ingeniosa historia.
“No, cariño, te has equivocado. Un artista borracho me confundió con un lienzo y me pagó veinte pavos por la cuenta de la lavandería”, declaró, mostrando el billete de veinte dólares como prueba.
Diane parpadeó y preguntó: “Vale, Picasso. Entonces, ¿por qué tienes dos de veinte en la mano?”.
“Bueno”, hipó Jack, “¡los otros veinte son del otro tipo que pensó que mis pantalones eran una plataforma de pintura de Jackson Pollock!”.