Érase una vez en una clase, el profesor retó a los alumnos a utilizar la palabra “fascinar” en una frase.
Katie levantó la mano con entusiasmo y dijo: “Durante nuestra excursión familiar a la granja de mi abuelo, conocimos a sus ovejas. Era tan fascinante que no podíamos quitarles los ojos de encima”.
La profesora sonrió: “¡Qué bien, Katie! Pero recuerda que quería que usaras la palabra ‘fascinar’ en sí, no ‘fascinante'”.
Lucy, decidida a impresionar a la profesora, levantó la mano y exclamó: “¡Cuando mi familia visitó El Gran Cañón, quedé totalmente fascinada por su impresionante belleza!”.
La profesora animó a Lucy diciéndole: “¡Bien hecho, Lucy! Pero intentemos utilizar directamente la palabra ‘fascinar'”.
El pequeño Johnny, famoso por sus travesuras, levantó la mano.
La profesora, un poco aprensiva, decidió darle una oportunidad.
Johnny sonrió con picardía y dijo: “Mi hermana de la universidad tiene un jersey con diez botones”…
“¡Pero tiene las tetas tan grandes que sólo puede abrocharse ocho!”.