Una noche, una mujer casada con cuatro hijos estaba sentada sola en un bar disfrutando de un cóctel después del trabajo.
De repente, la puerta del bar se abrió y entró el hombre más guapo que jamás había visto.
Era alto, musculoso y guapo, con una espesa melena oscura y unos hermosos y brillantes ojos verdes, y todos sus movimientos eran tan masculinos y sensuales que la mujer no pudo evitar quedarse mirando.
El hombre se dio cuenta de que era el objeto de la atención embelesada de la mujer y, con una sonrisa astuta y sexy, se acercó a ella.
Sonrojada, ella se preparó para disculparse por mirar, pero él se acercó y le susurró al oído,
“Haré cualquier cosa”, susurró con una voz profunda y suave.
“Cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa que quieras, cualquier cosa que hayas fantaseado, por cincuenta dólares. Sólo hay una condición…”
Temblando de expectación, la mujer le preguntó la condición.
El hombre dijo: “Tienes que decirme lo que quieres que haga en sólo tres palabras”.
La mujer le miró a los ojos hipnóticamente, considerando la propuesta, y luego metió la mano en su bolso y sacó cincuenta dólares.
Garantizó su dirección en una servilleta, la dobló alrededor del dinero y se lo puso en la mano a él.
Se inclinó y le susurró al oído,
“Limpia. Mi. Casa”.