Una joven está en una fiesta donde conoce a un señor mayor.
Los dos se ponen a hablar y al final sale el tema de la edad.
El señor mayor dice,
“Bueno, yo tengo 57 años, ¡pero no me digas todavía cuántos tienes! Verás, tengo una habilidad especial con la que puedo saber cuándo nació una mujer palpando sus melones”.
Asombrada por la atrevida afirmación, la joven lo descarta como una bravuconada.
Pero a medida que avanza la noche y sigue hablando con el hombre mayor, la curiosidad empieza a apoderarse de ella.
Después de unas horas y una o dos copas más, cede.
“Muy bien, señor, no estoy segura de creerle, pero tengo que ver si está diciendo la verdad”.
La pareja se aleja de la fiesta para encontrar un lugar apartado, donde el caballero mayor le pide que se desabroche la camiseta y se quite la ropa interior.
A continuación, coloca sus manos sobre los melones de la joven y comienza a examinarlos cuidadosamente, palpando primero uno y luego el otro.
Esto se prolonga durante varios minutos y la joven empieza a impacientarse.
“Muy bien, viejo, ya ha pasado bastante tiempo, ¿no?
¿Sabe usted cuándo nací o no?”.
El caballero retrocede con un brillo en los ojos y dice triunfante,
“¡Bueno, señorita, estoy completamente convencido de que usted nació ayer!”