Un taxista llega a las Puertas del Peral y anuncia su presencia a San Pedro, que lo busca en su Gran Libro.
Al leer la entrada del taxista, San Pedro le invita a coger una túnica de seda y un bastón de oro y a entrar en el Cielo.
Un predicador está en la cola detrás del taxista y ha estado observando estos procedimientos con interés.
Se anuncia a San Pedro.
Al escudriñar la entrada del predicador en el Libro Grande, San Pedro frunce el ceño y dice: “De acuerdo, le dejaremos entrar, pero llévese esa túnica de tela y el bastón de madera”.
El predicador se asombra y responde: “Pero yo soy un hombre de tela. A ese taxista le diste un bastón de oro y una túnica de seda. Seguro que tengo más categoría que un taxista”.
San Pedro respondió con toda naturalidad,
“Aquí nos interesan los resultados”.
“Cuando usted predicaba, la gente dormía”…
“Cuando el taxista conducía su taxi, la gente rezaba”.